martes, 11 de septiembre de 2007

PRIMERA EDICION.


LA COLUMNA DE PATITO

La Diega

Imaginate como era: pelo castaño claro, ojos color miel... No tenía mucha altura, pero con sus piernas de revista saltaba altísimo. Aparte tenía buena técnica de delantero y una velocidad plena… Perfecto número nueve. Por eso fue que siempre jugó con nosotros como si fuera uno mas del grupo, porque al fin al cabo, eso era: era la hermana del Tati: La Diega.
Le decíamos así desde, cuando teníamos nosotros 9 y ella 8, que fue cuando empezó a jugar a la pelota con nosotros. Vino un día como si no quisiera, y le dijimos “Jugá adelante, capaz que la metés”. ¡Mirá como habrá jugado adelante, que ese día ganamos 10-3 con 7 goles de ella! Era increíble la forma que tenía de moverse entre los defensores, parecía que toda la vida había estado jugando en primera, pero no: nunca antes había jugado un partido. Yo entonces pensaba en como había jugado ese partido y digo “claro… talento natural” porque todos sabemos que el papá del Tati había jugado en la primera de Almirante. Pero no, porque el papá del Tati, ¡jugaba de arquero!
Entonces fue la duda de nosotros; y en la semana la llevamos al campito para patear, y nos dejó a todos con al boca abierta: la pusimos a cabecear centros, y se me escapaba de la marca a mi (aclaro que yo juego de dos, pero no de dos común, de dos recio), se gambeteaba al Dani (arquero que llegó, después, a jugar en Ferro), y lo mas sorprendente de todo era que se ponía a hacer jueguitos, y dominaba la pelota. Fue ahí definitivamente donde se ganó el apodo: Era la Diega.
Perdonen que me desvíe, porque yo lo que realmente quiero contar es lo que vino unos años después, lo que todos temíamos que pasara: Creció. Pero no creció solo como jugadora o mentalmente, se desarrolló, que era peor. Porque cuando uno tiene nueve o diez años no te importa, pero ya cuando tenés doce o trece años, la empezás a ver como una nena; y eso era un problema para nosotros, y para los equipos contrarios. Porque se desarrolló bien, la Diega…de repente empezaron a pasarle las cosas que le pasan a todas las chicas: se le desarrolló el cuerpo, empezó con el período, empezó a ponerse linda, que se le va a hacer. Entonces ella tenía 14 y nosotros 15, y a mí, la verdad, que me volaba la cabeza
No sé si los otros chicos lo habrían notado, pero a mí se me marcó mucho la diferencia. Era impresionante ver como el dos contrario se perdía en la cancha por la culpa de ella. Pero lo peor era cuando en las pelotas parada el dos la marcaba de cerca, la sangre me hervía. Igual era mucho mejor entonces, porque se olvidaban de marcarla, entonces ella jugaba mas libre, y le llenábamos la canasta.
Ese campeonato veníamos tranquilísimos: la primera ronda sin goles en contra, los octavos de final contra San Justo fueron un trámite, los cuartos contra Don Bosco un juego de chicos, y la semifinal contra Pinocho salimos 4 a 1, con tres goles de ella.
Estábamos festejando dos cosas ese día marcado por mi destino: el cumpleaños del Tati y el pase a la final. Era una fiesta loca, como se debía. Entonces ella se me acercó y me dijo:
- Menos mal que sacaste esa pelota de la línea; si nos empataban en esa, cagábamos fuego- no era de andarse con vueltas la Diega - Pero si vos no hacías el gol del 2 a 0 después de eso perdíamos igual- dije yo
Ella me miró con esos ojos que tenía y me dijo pausadamente:- Escuchame, defensor pobre (siempre me llamaba así, cariñosamente), yo a vos te quiero siempre en el equipo, sin vos no podemos jugar, somos un colador; asi que no te tirés abajo que falta el partido más jodido: estos de la Zarza son más rápidos que un silbido, más vale que lo marques al nueve de ellos, porque te va a pintar la cara.- No nos engañemos Clau – le dije - que acá la que gana los partidos sos vos, que embobas a toda la defensa tirándole besos.- ¿Vos te embobarías si yo te tirara un beso? – me dijo en un tono que adiviné amoroso.- Si vos me llegás a tirar un beso, yo te juro que no voy a poder ni moverme; si alguna vez de esa boca tuya llega a salir un beso destinado a mí, caigo redondo al piso, me matarías, Clau – le dije, ya sin importarme nada
- Entonces no te doy un beso, porque yo te quiero con vida y al lado mío – se sinceró- Entonces, el beso te lo doy yo.- y la besé.
No me importó que la fiesta fuera del Tati, ni que estuvieran los viejos de ellos, ni que estuvieran los otros 14 compañeros de equipo también allí. En ese momento sólo me importó ella y ese beso que deseaba que nunca se terminara. Cuando nos separamos me acordé de lo que decía García Márquez en el libro de los abrazos “cuando uno termina un beso, muere un poco”.
Ahí la miré y sin pronunciar palabra le di un abrazo y me fui con los chicos. Ella volvió minutos después y me dijo al oído “Por favor no le digas a nadie, es nuestro secreto”. Pero como tonto que soy no pude: Se lo conté al Dani, y el le fue con el chisme al Tati; y se me acabó la historia. El Tati vino enojadísimo, quería cortarme la lengua, pero yo le mentí diciéndole que no era nada, que había sido sólo un beso, que sabía que era su hermana y que fue una equivocación.
Ahí fue cuando supe que mi vida había cambiado. Seguimos jugando y la final la ganamos 1 a 0, con gol del 2 de ellos en contra provocado vaya a saber uno porque. Después, en el verano de ese año, me mudé a una ciudad más central, alejada de mi barrio viejo, y nunca más pude volver. Mi vida siguió, sí, pero sin ella. Y esa no era la vida que quería para mí, esa era la vida que quería para los padres de ella.